CRÓNICA
Sensaciones encontradas a la hora de enfrentarme a un directo de Satyricon. Hace casi doce años que les sigo, y si soy sincero (lo seré), he de decir que me quedé anclado en su maravilloso "Nemesis Divina". Por supuesto que he seguido escuchando las nuevas referencias que han ido publicando: pero con desigual interés. Al que he acabado volviendo siempre es al disco que mento, epítome de cómo considero ha de ser el black metal más elevado.
En conjunto, su carrera transpira un gusto por la sublimación de su propio estilo. Sintetizando, concretando, descartando progresivamente su sensibilidad más extrema. Con su última y homónima referencia, un disco de tintes ambientales y reposados, dejan clara su personal visión del black metal. Hacia el año 2000 abandonaron el sonido más Inner Circle para apostar por la vertiente rock que siempre ha estado presente en el estilo. Como ha repetido Frost en numerosas entrevistas, los primeros Bathory e incluso Venom ya tenían muy presente y activa esa vena rockera. Y, junto a su compañero de fatigas Satyr, el batería ha declarado por activa y por pasiva estar más interesado en explorar grooves rockeros lejos del a veces limitante abanico del metal extremo. Pero que nadie se llame a engaño: Satyricon practican un hard rock bastardo y cruel. Siempre pongo como ejemplo el brillante "Now, diabolical" de 2006: producción limpia, casi ochentera, y una garra y contundencia totalmente reconocibles.
Por asuntos de índole personal, me fue imposible ver a los teloneros, los taiwaneses Chthonic. Con lo cual, abrí la noche directamente con el plato fuerte.
Los noruegos tocaron un repertorio muy similar al del increíble concierto que dieron en la Den Norske Opera & Ballet el pasado 8 de septiembre en Oslo, acompañados de las cincuenta y cinco voces del Norwegian National Opera Chorus. Quizás no fuese muy acertado tocar todos los temas del último disco seguidos, pero así dejó claro Satyr: nos quería llevar de viaje. Y de alguna manera, los temas del nuevo disco sintetizan la búsqueda sónica de toda su carrera (desde el black metal en noruego hasta el hard rock en inglés), con lo cuál no está del todo mal la idea de concentrar todo ese repertorio en un segmento/resumen sin interrupciones. Aunque la verdad es que fue recibido con cierto desapego por nuestra parte (¿cómo notarlo, si la mayor parte eramos estatuas casi todo el rato? Pero sí: se notaba). Con todo, no pude dejar de maravillarme cuando abrieron un clásico de su "The Shadowthrone", "Hvite Krists Dod".
Me parece fenómeno que se alabe la carrera de grandísimos vocalistas extremos contemporáneos, como la de Phil Anselmo. Pero Satyr lleva veinte años demostrando un mismo e impecable nivel vocal. Me sigue pareciendo la voz más diferenciable del black metal, y, señores, en directo resulta bastante más contundente y atronadora. Su presencia también, dicho sea de paso: parece Glenn Danzig tras haber hecho un pacto con Hades. Impone. Antes de poder calmarnos (o no: los conciertos de black metal son famosos por ser aburridos; la diversión y el regocijo son internos: no jumping at shows, no screaming, no nothing)..., le tocó el turno a "Now, diabolical". Tras ella, tocaron los cinco temas del nuevo disco ya mentados ("Ageless northen spirit", "Our world, it rumbles tonight", "Nekrohaven", "The infinity of time and space" y "Tro Og Kraft"). El juego de luces siempre presente, acomodando tonos fríos y calientes según el tema y añadiendo teatralidad a la interpretación de Satyr. Técnicamente, idem de idem: la banda estuvo estupenda como mínimo.
Tras el segmento dedicado al último disco, fue el turno de la tremenda "The Pentagran burns", que nos puso a tono completamente. El momento más extremo del show, junto al inicio, se trató de la revisión de uno de los cortes de "Nemesis Divina": "Forhekset". Se despidieron por primera vez con "To the montains", un corte atmosférico que bien podrían haber compuesto los últimos y más recientes Neurosis. De nuevo, como ocurrió con la intro del show y en "The Pentagram burns", Satyr se cuelga el hacha para dar buena cuenta a su público de quién compone los riffs en Satyricon. Llegó el momento del bis. Yo, temblando: de lo que era el momento era de "Mother North". Creo que si hubiese sido el himno de España lo que hubieramos coreado, no lo hubiésemos hecho con más ganas. Con un Satyr entregadísimo orquestando nuestras voces, es difícil pensar en cómo hacer más épico el momento. Es el tipo de momento emotivo del que nunca me cansaré.
Conciertazo, con un gusto casi olvidado ya por la educación y el buen gusto: no se sabe quien aplaudía más tras cada tema, si el público o la propia banda. Son detalles, pero también cuentan. Noche imborrable, y una espinita clavada menos en este maltrecho corazón ponzoñoso. Gracias a Rockzone y Zona-zero por hacer ésto realidad. Lo aprecio muchísimo.
Vídeo: Jorge Iván Delgado López
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